Escribiré un cuento otra vez, Ana querida,
que hable de los costos de la comunicación,
que tenga alas en las cuerdas del lujo y de la confianza,
y sirva para armar al ogro
que se derriba mil, en las ventanas.

Dejaré a medias el final, hermana,
igual que el resto de las cosas de mi mano,

el respeto se otorga a lo hermoso, no a lo conveniente,
nuestros sueños no se atoran del culo, ni de los pies,
ellos vibran boca arriba
como las piedras que nos conocen.